Hermosa tierra esta de Cádiz. Mucha luz, mucha paz y mucho viento también.
A medida que vas acercándote a ella, el sol y el murmullo del mar te atrapan pausada y calladamente. Y de pronto estás en una ciudad con más de 3.000 años de historia con mucho que decir y contar.
Bonita semana la que he pasado en Cádiz. Disfrutando del sol y de la playa, pero también de la ciudad: las Puertas de Tierra que dan acceso a la ciudad, el castillo de San Sebastián, la recoleta playa de la Caleta, el Campo del Sur. Con sus plazas, la de la Mina, la más romántica, la de la Catedral, la de las Flores, San Antonio y San Franscisco. Sus callecillas estrechas, donde siempre da la sombra. Una sombra que agradece el visitante. Su Santa Cueva, espectacular. La Torre Tavira y su ojo indiscreto. Las maravillosas vistas desde la Torre Poniente. El ambiente nocturno del barrio del Pópolo. Sus parques y alamedas...
Lástima que el jueves soplara levante!! El levante trajo ráfagas de arena en la playa y algo más. Un ladronzuelo que nuestra bolsa de playa se llevó. Y con ella mis gafas de ver y las gafas de sol de JLPA, amén de esas otras pequeñas cosas que una lleva a la playa, que son tonterías pero que duele perder: ese pareo comprado en Tenerife, ese peine de color amarillo que siempre te acompaña, la camiseta Quintos'06 de Caleruega.... Eddy, catalejo en mano, peinó toda la playa. Con su barco quería salir a buscar al ladrón. Tuve que persuadirle para que se olvidara...
Días de descanso pero con tiempo y espacio para saborear despacito y con mucho cariño esta tierra de Cádiz, a la que alguien, del que nada se sabe, deletreó asombrado: tacita de plata.
